sábado, 11 de septiembre de 2021

¿Cómo funciona la memoria? Y la diferencia con el olvido o lapsus.

Hoy vamos a trabajar sobre la memoria y el olvido o lapsus teniendo en cuenta qué ejercicios podemos realizar de ahora en adelante para mejorar este aspecto de nuestra vida.


Seguimos analizando el libro del que hablé en los videos anteriores de La Obra Social Fundación ”la Caixa”  “Vive el envejecimiento activo. Memoria y otros retos cotidianos”. 


Tipos de memoria


No es fácil comprender los mecanismos de la memoria, ni comprender por qué algunas cosas se recuerdan tan bien, mientras que para otras se suele tener problemas. 


Lo primero que hay que comprender es que la memoria no es una cosa única, sino una habilidad que presenta muchas caras. Es decir, existen distintos tipos de memoria y distintas formas de clasificarlos. 


Una forma de clasificación, que puede ayudar a entender las diferencias, es por oposición entre tipos de memoria, partiendo de dos grandes almacenes, en función del tiempo que los datos permanecen en ellos, distinción que ya fue propuesta en el siglo xix por William James.



Memoria a corto plazo (MCP)


Por MCP se entiende el recuerdo de información de forma inmediatamente posterior a su presentación o a su recuperación ininterrumpida, por lo que también se la conoce como memoria inmediata. 


Esta forma de memoria depende absolutamente de la capacidad de atención, ya que hay que prestarle mucha a lo que se quiere retener. La capacidad de esta forma de memoria es bastante limitada (normalmente, entre 5 y 9 elementos o unidades de información, que pueden ser palabras, cifras, imágenes, etc.).

Un ejemplo de cuándo emplearíamos este tipo de memoria es cuando queremos memorizar los números premiados del loto que acaban de anunciar por radio o TV, hasta que podemos anotarlos en un papel.


Una forma específica de MCP es la memoria de trabajo, que es la que nos permite retener y manipular temporalmente la información mientras se está aprendiendo algo, tratando de comprender, razonando o realizando tareas cotidianas. 

Por ejemplo, hablando con alguien en un idioma extranjero, que conocemos pero no dominamos a la perfección, retenemos unos segundos lo que nos dice mientras, mentalmente, lo traducimos a nuestro idioma. 

También usamos la memoria de trabajo cuando marcamos un número de teléfono mientras lo vamos mirando en el papel (ese proceso de ir mirando e ir marcando, alternativamente, es función de la memoria de trabajo). Evidentemente, también se precisa de una buena capacidad de atención.


Memoria a largo plazo (MLP)


La MLP, sin embargo, es un almacén de capacidad ilimitada en el que algunas de las informaciones que nos llegan se conservan durante mucho tiempo, incluso de forma permanente. 


En la MLP se almacenan, como si fueran apartados o cajitas distintas, distintos tipos de información, datos y aprendizajes, lo que da lugar a otros tipos de memoria:


  • Memoria no declarativa o implícita
Se refiere a adquisiciones, recuerdos, representaciones, etc. que poseemos pero a los que no accedemos de forma consciente.  

Por ejemplo, podemos ir en bicicleta, conducir, nadar, coser, atarnos los zapatos, abrochar cremalleras, etc. sin esfuerzo mental, sin tener que pensar en cómo se hace, independientemente del tiempo que haya pasado desde que lo hicimos por última vez.


  • Memoria declarativa o explícita


Al contrario de lo que sucede con la memoria implícita, en este caso su acceso es siempre de forma consciente. En esta forma de memoria se almacenan las cosas que aprendemos y todas aquellas informaciones cuya recolección o cuyo acceso es necesario cuando se realizan distintas tareas y actividades cotidianas. 



¿Cómo memorizamos? Fases de la memoria


En nuestra vida cotidiana recibimos una enorme cantidad de información y nuestro cerebro se enfrenta a la ardua tarea de decidir qué retener y qué no. Para decidir qué recordar y qué olvidar, de alguna forma la información es sometida a un proceso de filtrado que consta de varias fases:


Primera fase: registro. 

Inicialmente, la información o las experiencias son «absorbidas» por la memoria.


Segunda fase: almacenamiento. 

Es el mantenimiento de la información para poder acceder a ella cuando se requiera. 


Tercera fase: evocación de la información. 

Se refiere al hecho de recuperar o acceder a la información que, en su momento, fue registrada y almacenada. 


El proceso de memorización requiere de cierto esfuerzo, que puede ser más o menos intenso en función del contenido de lo que se quiera recordar, de la más o menos fácil asociación con informaciones que ya poseemos, etc., pero si algo debe tenerse presente es que nunca debería darse por supuesto que se recordará algo por lo que no se ha hecho ningún intento deliberado por recordarlo.


Antes de buscar nuevas estrategias o de realizar modificaciones en su entorno, debería descartarse la posibilidad de que las dificultades de memoria estén causadas por problemas de salud


Lo primero, hay que considerar si los problemas de memoria son nuestro único síntoma. Si es así, es muy probable que el solo hecho de modificar el entorno y los hábitos sea de gran ayuda. Pero si, sin embargo, nos percatamos de la presencia de otros síntomas, aunque no parezcan relacionados (fatiga, irritabilidad, inapetencia, mareos, etc.), es probable que tales problemas sean consecuencia de alguna disfunción física o psicológica. 


Podría ser algo tan simple como falta de sueño. Hoy en día se tiende a dormir menos de lo recomendable, cuando no debe subestimarse la importancia del sueño para garantizar un óptimo funcionamiento del cerebro. 


Otras posibles causas pueden encontrarse en las alergias y/o hipersensibilidades de distintos tipos (a sustancias del entorno, alimentos, etc.). Por otro lado, está ese viejo compañero, tan habitual en nuestros estilos de vida actuales: el estrés.


Si estamos excesivamente atareados, tratando de manejar y controlar demasiadas cosas, es casi obvio que eso nos pasará factura en los recursos mentales y, de forma más acusada, con la edad. 

De poco sirve compararse con los demás, porque todos somos distintos y, por lo tanto, tenemos distintas capacidades.


No hay que medir las propias posibilidades en base a lo que creemos que se espera de nosotros, sino en base a lo que realmente podemos manejar.


¿Realmente es la memoria lo que me falla?


Hay una forma muy frecuente de «despistes» que, en realidad, no supone un fallo de memoria. Son lapsus cotidianos. Veamos un ejemplo:


  • Estamos yendo a una habitación de la casa con la intención de hacer algo y, sin saber cómo, nos hemos puesto a hacer otra cosa distinta.


Esto no representa un problema de memoria; son despistes o distracciones y a todos nos pueden suceder. Por eso también les llamamos lapsus, apuntando más hacia la naturaleza de tales errores. 


¿Qué características tienen?


  • Suelen producirse durante la realización de tareas muy aprendidas y que, en gran medida, son automáticas.
  • Suelen producirse cuando estamos preocupados o distraídos.
  • En algunos casos se ven implicadas intrusiones de otras acciones habituales que comparten algunas características con la acción pretendida.


Estos hábitos intrusivos son más propensos a suceder cuando:


  • De alguna forma, pretendemos apartarnos de nuestra rutina. 
Por ejemplo, hemos decidido dejar de ponernos azúcar en el café pero, cuando nos damos cuenta, ya nos la hemos puesto.
  • La situación ha cambiado, exigiendo un cambio en nuestra rutina habitual. 
Por ejemplo, nuestra hermana se ha mudado, pero cuando la vamos a visitar a veces nos dirigimos primero al lugar donde vivía antes.
  • La situación comparte rasgos con otra situación muy familiar. 
Por ejemplo, vamos a subir al coche de un amigo y tratamos de abrir la puerta con la llave de nuestro coche.


Otros tipos de lapsus son los siguientes:


  • Alteración de una secuencia. Se refiere a cuando nos «perdemos» en una secuencia más o menos automatizada. 
Por ejemplo, estamos cocinando cuando suena el teléfono. Contestamos. Cuando retomamos lo que estábamos haciendo, no estamos seguros de si ya habíamos echado la sal o no. 


También puede suceder que no reparemos en el dato y que, no siendo conscientes de que ya la habíamos echado, pongamos más sal o, al revés, demos por supuesto que ya lo hemos hecho y resulte un guiso soso. 


Otro ejemplo: poner en marcha la cafetera sin haber llenado el depósito del café; resultado: obtenemos agua hervida.



  • Mezclas entre secuencias. Cuando nos confundimos entre dos tareas que, de algún modo, llevamos a cabo simultáneamente. 


Por ejemplo, tenemos prisa por salir de casa pero, antes, debemos guardar un jarabe en la heladera y recordar meter en el bolso las gafas de sol. Puede suceder que, con las prisas, guardemos el jarabe en el bolso y metamos las gafas en la heladera.


  • Inversiones en una secuencia. De nuevo nos confundimos, pero en este caso en el orden de realización de una secuencia.
Por ejemplo, guardamos la cubetera vacía en el congelador y luego nos dirigimos hacia el grifo con la intención de llenarla, pero con las manos vacías.


Como hemos visto, la mayor parte de estos lapsus cotidianos suceden en el contexto de secuencias de acciones, a menudo tan practicadas que son automáticas o semiautomáticas. 


Escenarios frecuentes donde se producen son al vestirse o desvestirse, lavarse, hacer café, cocinar, etc., ejemplos comunes de secuencias de acción. 


La primera sugerencia que podría hacerse para minimizar la incidencia de tales lapsus sería la de prestar más atención, pero si una de las grandes ventajas y características de las secuencias de acción es, precisamente, que liberan nuestra mente de la necesidad o esfuerzo atencional, entonces no parece una buena estrategia. 


Sin embargo, si somos propensos a cometer ciertos lapsus a continuación se proponen algunas estrategias.


Lo más útil es ser consciente de qué circunstancias nos suelen llevar a cometer tales lapsus, para entonces:


  • Decidir si los lapsus conducen a errores o descuidos importantes o no. Si no lo son, procurar no preocuparse excesivamente.


  • Realizar un esfuerzo deliberado por prestar atención cuando se trate de algo importante. Por ejemplo, si sabemos que, frecuentemente, cuando ya estamos en la calle nos percatamos de que nos hemos dejado las llaves del coche, procurar ponerlas de antemano en algún lugar en el que, con toda seguridad, las llaves vendrán con nosotros (cada vez que lleguemos a casa, adquirir el hábito de dejarlas en el bolso que llevaremos en la próxima salida, o en el bolsillo de la chaqueta, o ponerlas en el mismo llavero que las llaves de casa, etc.).


  • Usar algo como señal de que ya se ha realizado una acción, o para que nos sirva de indicador sobre en qué punto estamos de una secuencia.


Retomando el ejemplo de la receta, una idea puede ser colocar los ingredientes ya usados en una zona determinada del mármol de la cocina. 





Los olvidos. ¿Por qué olvidamos?


Existen distintas teorías y aproximaciones científicas acerca de por qué olvidamos, aunque nos centraremos en las principales.


  • Fracaso en la evocación. Probablemente, todo el mundo ha tenido alguna vez la sensación de como si algún dato se hubiera evaporado de la memoria, o de tener la certeza de saber algo pero no ser capaz de recuperarlo. 


Esto sucede a consecuencia de un fallo en la evocación o recuperación de información. Una de las teorías que explica por qué puede suceder es la teoría del decaimiento, según la cual cada vez que se aprende algo se crea una nueva huella mnésica que, si no es evocada ni recreada durante mucho tiempo, decae, se debilita, pudiendo llegar a desaparecer y, por consiguiente, a perderse la información. 


Esto puede suceder, por ejemplo, cuando queremos llevar a cabo alguna operación matemática que se nos daba tan bien en la infancia (una raíz cuadrada, una regla de tres, etc.) o recitar los afluentes de un río. 

Parece mentira, con lo bien que lo sabíamos… 


Cuando hace mucho tiempo que una información no se recupera o no se practica, puede resultar muy difícil, o incluso imposible, evocarla de forma efectiva. 


Eso sí, si lo que queremos es reaprender esa información, al haberla adquirido previamente resultará más fácil que la primera vez. 

De todos modos, esta teoría tiene sus limitaciones, ya que, por otro lado, se ha demostrado que algunas memorias que no habían sido recordadas o evocadas durante mucho tiempo pueden permanecer estables a largo plazo. 


En ocasiones, el fracaso en la evocación de información de nuestra memoria puede deberse a problemas o situaciones del momento. 

Por ejemplo, si estamos muy nerviosos, estresados o preocupados por algo, el acceso a la información puede quedar bloqueado, y probablemente en otro momento más tranquilo y sosegado la información será fácilmente recuperada.


  • Interferencia. Otra de las teorías del olvido, la teoría de la interferencia, sugiere que algunas memorias compiten e interfieren entre sí. 


Cuando algunas informaciones son muy similares entre sí, es fácil que se produzcan interferencias, que es lo mismo que las confusiones. 


Existen dos tipos básicos de interferencia:


  • Interferencia proactiva. Se produce cuando una información almacenada más antigua dificulta recordar datos más recientes. 
Por ejemplo: cuando se está aprendiendo un nuevo idioma a menudo se cometen errores porque se evocan antes palabras de otra lengua que se domina y se usa frecuentemente.


  • Interferencia retroactiva. Sucede cuando el registro de nueva información interfiere en la capacidad para recordar información aprendida previamente. 


Un ejemplo: por fin nos hemos familiarizado con el manejo de un nuevo modelo de teléfono móvil cuando un día, por algún motivo, necesitamos usar el antiguo, y entonces nos cuesta recordar cómo se abría la agenda, cómo se mandaba un mensaje, etc., y buscamos los indicadores y pulsamos las teclas como en el modelo nuevo, ¡cuando habíamos tenido ese modelo durante tantos años! 


El aprendizaje del mecanismo del nuevo interfiere en lo que sabíamos del antiguo.


  • Fracaso en el registro o codificación. A veces creemos que hemos olvidado información que, en realidad, nunca llegó a entrar en la memoria a largo plazo. 


En este caso hablamos de fracaso en el registro o codificación de la información. 


Es lo que sucede cuando, en el momento de registrar la información, no hemos prestado suficiente atención, bien porque algo nos ha distraído (nos daban un recado por teléfono mientras estábamos mirando la televisión; probablemente, luego no recordemos qué nos han dicho), bien porque la información que nos daban no nos interesaba o motivaba lo suficiente y, tal vez, estábamos absortos en nuestros propios pensamientos.


  • Olvido motivado. En ocasiones, aunque sea de forma inconsciente, participamos activamente en el olvido de algunos sucesos, especialmente los de naturaleza traumática o perturbadora, para tratar de evitar o minimizar el impacto emocional negativo que puedan tener.


En el campo de la psicoterapia, a veces se trabaja en la recuperación de estas formas de supresión o represión de memorias para poder tratar síntomas psicológicos asociados a situaciones traumáticas o especialmente desagradables que se hayan vivido.


En definitiva, no podemos hablar de memoria sin hablar de olvido. 


Olvidar no es malo. De hecho, es necesario y beneficioso. 


Imaginemos que recordáramos cada minuto y cada detalle de nuestra existencia. No podríamos soportarlo, ni sería efectivo cuando quisiéramos recuperar solo determinada información. 


Lo que nos preocupa, sin embargo, es olvidar cosas que sí consideramos importantes y que sí son útiles para nuestro desarrollo cotidiano, y es para estos casos para los que las estrategias de memorización y recuerdo, así como las ayudas externas, pueden sernos de gran utilidad.


Ahora ya sabemos cuáles son las medidas que podemos y debemos tener en cuenta a la hora de diferenciar entre problemas de memoria y olvidos o lapsus para  mejorar nuestra calidad de vida, entonces...


Ahora solamente queda poner ¡manos a la obra!


Te dejo un link para que puedas descargarte gratuitamente el cuaderno que contiene ejercicios para mejorar la memoria en gral…


Sacados de https://www.ecognitiva.com/


Ejercicios de memoria



                                                             Video de este artículo 👇





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domingo, 5 de septiembre de 2021

El lenguaje y el adulto mayor

Hoy vamos a trabajar sobre el lenguaje y qué ejercicios podemos realizar de ahora en adelante para mejorarlo.


Seguimos analizando el libro del que hablé en los videos anteriores de La Obra Social Fundación ”la Caixa”  “Vive el envejecimiento activo. Memoria y otros retos cotidianos”


En el envejecimiento el lenguaje, entendido como la capacidad de comunicación, no se altera. No obstante, sí pueden apreciarse algunas dificultades a la hora de expresarse o de comprender en determinadas situaciones.


El léxico


Con el envejecimiento, el vocabulario pasivo se mantiene o, dependiendo del nivel cultural y de factores como el mayor conocimiento y experiencia, incluso aumenta (los mayores reconocen y comprenden tantas o más palabras que los jóvenes). Aun así, aunque se disponga de un gran vocabulario, pueden aparecer dificultades importantes en recuperarlo, es decir en el acceso al léxico. 


Es frecuente que se tengan problemas para encontrar la palabra adecuada, especialmente para nombres de personas o de objetos poco frecuentes. 


Por ello pueden aparecer latencias (momentos vacíos o dubitativos al hablar) y fácilmente se tiende al uso de circunloquios (dar rodeos) como estrategia compensatoria. 


Estos problemas se traducen en una frecuente sensación de «tenerlo en la punta de la lengua». 


Dicho fenómeno o estado («en la punta de la lengua») ha sido ampliamente estudiado científicamente y se define por una incapacidad temporal de producir una palabra aun teniendo la certeza absoluta de que se conoce la palabra y su significado.


En ese momento, la persona suele ser capaz de dar rasgos fonéticos de la palabra que se pretende producir, como la letra por la que empieza, las últimas letras, etc. 


Es frecuente que acudan a la mente algunas otras palabras relacionadas, pero no adecuadas, que deben ser constantemente rechazadas.


La sintaxis


A veces, las personas mayores pueden solicitar que se les repitan las cosas, no necesariamente porque no lo hayan oído bien, sino porque su capacidad de velocidad del procesamiento sintáctico puede verse limitada. 


Igualmente, puede ser necesario leer varias veces un texto para comprenderlo totalmente. 

Esta capacidad es la que permite dar sentido a todas las palabras dentro de una oración y de un contexto, y dar sentido final al conjunto. 


Este proceso, aparentemente simple (es decir, entender lo que se nos dice o lo que leemos), implica, entre otras cosas, la participación de la memoria a corto plazo y de la atención.


El discurso


Al explicar cosas o participar en conversaciones, el discurso de las personas mayores puede presentar unas características particulares, relacionadas con aspectos cognitivos, sociales y afectivos propios de la edad. 

Así, una de las posibles manifestaciones es la reducción de contenido informativo (es decir, que el discurso tienda a ser vacío), aunque el volumen del habla sea considerable, a veces con un incremento de interpretaciones y añadiduras subjetivas.}


También pueden experimentarse dificultades en la capacidad de organización del discurso, ya sea en su comprensión, como a veces en la dificultad para comprender historias o noticias complejas, o al expresarse, perdiendo el hilo conductor de lo que se está contando, omitiendo detalles, etc. 


Es habitual una preferencia por programas de televisión simples y lineales antes que películas o programas complejos. 

Estas dificultades pueden estar relacionadas con la capacidad de la atención, con la velocidad de procesamiento y/o con la memoria de trabajo, pero sin la existencia de problemas de razonamiento ni de alteración lingüística.


Debido a las posibles dificultades comentadas, junto con posibles problemas auditivos y/o visuales relacionados con la edad, puede suceder que las personas mayores presenten los siguientes problemas:


  • Aparentan tener problemas de comprensión «característicos».
  • Tienden a hacer discursos largos y, a veces, a perder la lógica (el hilo) de los mismos.
  • Tienen problemas con la información escrita (dependiente también de alteraciones visuales, de la escolaridad, del hábito lector, etc.)




El estilo comunicativo con las personas mayores 


Ahora veremos qué hacer en el caso de ser cuidadores de una persona mayor y también si somos nosotros quienes estamos pasando por estas situaciones en nuestra visa diaria.


Importante a tener en cuenta si somos cuidadores, convivimos o tenemos contacto con personas mayores que están atravesando esta etapa...


Es sabido y constatado que los mayores que gozan de una adecuada interacción social y que, por tanto, tienen facilidad para comunicarse, tanto expresando como recibiendo información, disfrutan de mayor calidad de vida y responden mejor a las atenciones de tipo sociosanitario. 


Sin embargo, muchas personas (profesionales o no) tienden a emplear un lenguaje «especial» cuando se dirigen a los adultos mayores: se ha denominado habla para mayores. 


Este tipo de habla se basa en estereotipos acerca de los mayores, como que son menos competentes, lo cual lleva a muchos de sus interlocutores a simplificar su comunicación, tratando de hacerla más comprensible y alterando el tono emocional de los mensajes. 


Es un tipo de habla similar a la que frecuentemente se emplea con niños pequeños. Se caracteriza por un ritmo más lento, entonación exagerada, volumen elevado, más repeticiones y simplificación del vocabulario y la gramática (uso frecuente de diminutivos, por ejemplo). 


Además, a menudo se emplean calificativos excesivamente protectores, que pueden llegar a percibirse como inapropiados (cariño, mi vida, cielo, etc.).


Este tipo de habla puede darse tanto en contextos sanitarios de distinta índole, como residencias, consultas médicas, hospitales, etc., como en situaciones cotidianas muy diversas: entorno familiar, amistades, comercios, etc. 


Aunque se emplee con la intención de mostrar cariño y atención, y con la pretensión de hacer el lenguaje más comprensible, condicionado por los tópicos sobre la incapacidad de los mayores, lo cierto es que muchas personas mayores explican que lo perciben como degradante, condescendiente y presuponiendo su incompetencia. 


Por ello pueden reaccionar con baja autoestima, depresión o retraimiento en las interacciones sociales; pueden incluso adoptar comportamientos dependientes coincidentes con los estereotipos que se les atribuyen.

Así pues, el habla para mayores no solo no contribuye a mejorar la efectividad de la comunicación, sino que los mensajes inherentes a este tipo de habla pueden, inconscientemente, reforzar la dependencia y potenciar el aislamiento, contribuyendo, en muchos casos, a la espiral de declive cognitivo, funcional y físico. 


De este modo, aunque con buenas intenciones, quien usa este lenguaje se aleja del objetivo de potenciar la independencia en las personas mayores. 


Ahora bien, en el otro extremo se encuentra el habla dirigente o autoritaria, empleada a menudo por quienes tienen que hacerse cargo de múltiples tareas y responsabilidades y no cuentan con los recursos apropiados para manejarlas. En este caso tampoco se reconoce la capacidad de autonomía de la persona mayor. 


Un punto intermedio es el que se encuentra en el habla constructiva, que emplea un tono emocional constructivo, positivo, que equilibra la atención y el control, transmitiendo al oyente que es capaz de comprender el mensaje y de actuar independientemente.


Imaginemos unas situaciones de ejemplo que ilustran cada uno de los tipos de habla referidos:


  • Habla para mayores


Cuidador/a: ¡Vaya, cielo! Ay, que se te ha derramado la leche... 

Bueno, no pasa nada, cariño, ahora mismo voy a por un trapito, limpiamos la mesa y enseguida te cambio esa blusita por otra igual de bonita.

[María se mira la blusa, tratando de limpiársela.]

Cuidador/a: No te preocupes, que estarás hermosa.


Es un habla excesivamente protectora, dominante, que presupone incapacidad y hace uso de una inapropiada intimidad.


  • Habla dirigente o autoritaria


Cuidador/a: ¡Ahora se te ha derramado la leche! Deberías haber esperado a que te la sirvieran.

[María parece compungida y se levanta de la silla.]

Cuidador/a: Anda, ve a cambiarte y ya te serviré otra taza.


Es dominante, poco atenta y no se reconoce la autonomía de la persona (al menos para tomar decisiones).


  • Habla constructiva


Cuidador/a: ¡Oh! ¿Qué te ha pasado, María?

María: Se me ha derramado la leche y me he manchado. Me tengo que cambiar la blusa.

Cuidador/a: Estas jarras pesan mucho, no te preocupes. Si quieres, ve a cambiarte mientras yo limpio esto y te preparo otra taza.


Es un habla respetuosa que permite un equilibrio entre atención a la persona y dominio de la situación. 


Se reconoce la independencia y el grado de autonomía de la persona, desterrando formas inapropiadas de hablar a las personas mayores.


Un buen modo de aprender a identificar y sensibilizarse con los distintos tipos de habla que se reflejan en las anteriores situaciones es evitando:


Diminutivos o palabras melosas. El uso frecuente de diminutivos o de palabras inapropiadas de cariño puede transmitir una inadecuada sensación de intimidad o un estilo relacional parecido al de los padres con sus hijos pequeños.

  • Ejemplos: Blusita, perrito, sillita… Cariño, cielito, mi vida, tesoro, amor…


  • Alternativas. No emplear diminutivos para referirse a los objetos cotidianos. Dirigirse a la persona por su nombre de pila o por su apellido, en función de la relación que se tenga con ella o del contexto en que se da la relación.


Uso inadecuado del plural. Emplear un sujeto plural cuando nos estamos refiriendo a un adulto independiente (es lo que, técnicamente, se conoce como uso del «plural sociativo» e implica al hablante de forma afectiva).


  • Ejemplo: Ya te van a venir a buscar, ¿nos ponemos la chaqueta para que no tengas frío?


  • Alternativa: Ya te van a venir a buscar, ¿te pones la chaqueta para que no tengas frío?


Preguntas capciosas. Son preguntas que incitan a una determinada respuesta y que presuponen que la persona no puede actuar o decidir por sí misma. Se condiciona su libertad de expresión.


  • Ejemplo: Hace muy buena tarde. Te gustaría salir a pasear, ¿no?


  • Alternativa: Hace muy buena tarde. ¿Te gustaría salir a pasear?


  • Ejemplo: ¿Verdad que te has divertido en el centro de día? ¿A que tienes muchos amigos?


  • Alternativa: ¿Qué tal te ha ido en el centro de día? ¿Has hecho amistades?


Uso de frases expresamente breves, enlentecimiento del habla y simplificación del vocabulario. 


Son patrones de comunicación que, para la mayoría de personas mayores, no facilitan la comprensión y, sin embargo, a menudo se perciben como condescendientes o degradantes.


  • Alternativa. Emplear un habla estándar, la misma que empleamos para hablar con personas de nuestra misma edad, siendo conscientes de que, por deficiencias auditivas o disminución de la capacidad de atención sostenida de nuestro interlocutor, tal vez debamos repetir algunas cosas o asegurarnos de que nos ha entendido (se pueden emplear expresiones como: «Tal vez no me he explicado bien», «Disculpa, a veces hablo muy rápido»).


Aumento del volumen y del tono de voz. Ante un sujeto con seria disminución auditiva puede funcionar, y de hecho es preciso, que se le hable considerablemente más alto de lo normal, pero en personas con una pérdida auditiva leve o corregida (uso de audífonos) el hecho de que se les hable con un volumen desmesurado solo contribuye a distorsionar más la percepción de los sonidos. 


Si, además, se le añade un tono agudo (similar al que, a menudo, se usa afectivamente en el habla dirigida a niños pequeños) aún se agrava más la percepción de la persona mayor, ya que, justamente, una de las características de la pérdida auditiva asociada al envejecimiento es la mayor dificultad ante tonos de alta frecuencia (es decir, agudos).



Minimizando el uso generalizado del habla para mayores se pretende desmitificar los tópicos sobre la supuesta dependencia e incapacidad de las personas mayores solo por el hecho de tener cierta edad. Al contrario, un adecuado entorno comunicativo estimula las capacidades cognitivas y funcionales de las personas mayores.


Acompañando a la comunicación verbal, no hay que olvidar la importancia de la comunicación no verbal. El contacto visual y el lenguaje corporal incrementan el compromiso de la interacción y fortalecen el mensaje que desea transmitirse. Además, la coherencia entre lo que se dice y cómo se dice (tono, contacto visual, postura, etc.) aumenta la sensación de autenticidad de la relación. 


Para lograr una comunicación efectiva es fundamental complementar el lenguaje verbal con el no verbal.


¿Qué podemos hacer si somos nosotros los que estamos pasando por esta etapa?


Ejercicios para estimular el lenguaje para adultos


  • El ahorcado
  • Nombrar objetos teniendo algunas pistas
  • Frases orales verdaderas o falsas
  • Describir posiciones de objetos
  • Letras desordenadas
  • Convertir números en letras
  • Formando palabras
  • Relacionar adjetivo con imagen



Ahora ya sabemos cuáles son las medidas que podemos y debemos tener en cuenta a la hora de expresarnos y mejorar nuestra calidad de vida, entonces...


Ahora solamente queda poner ¡manos a la obra!


Te dejo unos links para que puedas descargarte gratuitamente algunos cuadernos que contienen ejercicios…(sacados de https://www.ecognitiva.com/lenguaje/)


Ejercicio de lenguaje


Conciencia fonológica



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