Hoy vamos a trabajar sobre la memoria y el olvido o lapsus teniendo en cuenta qué ejercicios podemos realizar de ahora en adelante para mejorar este aspecto de nuestra vida.
Seguimos analizando el libro del que hablé en los videos anteriores de La Obra Social Fundación ”la Caixa” “Vive el envejecimiento activo. Memoria y otros retos cotidianos”.
Tipos de memoria
No es fácil comprender los mecanismos de la memoria, ni comprender por qué algunas cosas se recuerdan tan bien, mientras que para otras se suele tener problemas.
Lo primero que hay que comprender es que la memoria no es una cosa única, sino una habilidad que presenta muchas caras. Es decir, existen distintos tipos de memoria y distintas formas de clasificarlos.
Una forma de clasificación, que puede ayudar a entender las diferencias, es por oposición entre tipos de memoria, partiendo de dos grandes almacenes, en función del tiempo que los datos permanecen en ellos, distinción que ya fue propuesta en el siglo xix por William James.
Memoria a corto plazo (MCP)
Por MCP se entiende el recuerdo de información de forma inmediatamente posterior a su presentación o a su recuperación ininterrumpida, por lo que también se la conoce como memoria inmediata.
Esta forma de memoria depende absolutamente de la capacidad de atención, ya que hay que prestarle mucha a lo que se quiere retener. La capacidad de esta forma de memoria es bastante limitada (normalmente, entre 5 y 9 elementos o unidades de información, que pueden ser palabras, cifras, imágenes, etc.).
Un ejemplo de cuándo emplearíamos este tipo de memoria es cuando queremos memorizar los números premiados del loto que acaban de anunciar por radio o TV, hasta que podemos anotarlos en un papel.
Una forma específica de MCP es la memoria de trabajo, que es la que nos permite retener y manipular temporalmente la información mientras se está aprendiendo algo, tratando de comprender, razonando o realizando tareas cotidianas.
Por ejemplo, hablando con alguien en un idioma extranjero, que conocemos pero no dominamos a la perfección, retenemos unos segundos lo que nos dice mientras, mentalmente, lo traducimos a nuestro idioma.
También usamos la memoria de trabajo cuando marcamos un número de teléfono mientras lo vamos mirando en el papel (ese proceso de ir mirando e ir marcando, alternativamente, es función de la memoria de trabajo). Evidentemente, también se precisa de una buena capacidad de atención.
Memoria a largo plazo (MLP)
La MLP, sin embargo, es un almacén de capacidad ilimitada en el que algunas de las informaciones que nos llegan se conservan durante mucho tiempo, incluso de forma permanente.
En la MLP se almacenan, como si fueran apartados o cajitas distintas, distintos tipos de información, datos y aprendizajes, lo que da lugar a otros tipos de memoria:
- Memoria no declarativa o implícita.
Por ejemplo, podemos ir en bicicleta, conducir, nadar, coser, atarnos los zapatos, abrochar cremalleras, etc. sin esfuerzo mental, sin tener que pensar en cómo se hace, independientemente del tiempo que haya pasado desde que lo hicimos por última vez.
- Memoria declarativa o explícita.
Al contrario de lo que sucede con la memoria implícita, en este caso su acceso es siempre de forma consciente. En esta forma de memoria se almacenan las cosas que aprendemos y todas aquellas informaciones cuya recolección o cuyo acceso es necesario cuando se realizan distintas tareas y actividades cotidianas.
¿Cómo memorizamos? Fases de la memoria
En nuestra vida cotidiana recibimos una enorme cantidad de información y nuestro cerebro se enfrenta a la ardua tarea de decidir qué retener y qué no. Para decidir qué recordar y qué olvidar, de alguna forma la información es sometida a un proceso de filtrado que consta de varias fases:
Primera fase: registro.
Inicialmente, la información o las experiencias son «absorbidas» por la memoria.
Segunda fase: almacenamiento.
Es el mantenimiento de la información para poder acceder a ella cuando se requiera.
Tercera fase: evocación de la información.
Se refiere al hecho de recuperar o acceder a la información que, en su momento, fue registrada y almacenada.
El proceso de memorización requiere de cierto esfuerzo, que puede ser más o menos intenso en función del contenido de lo que se quiera recordar, de la más o menos fácil asociación con informaciones que ya poseemos, etc., pero si algo debe tenerse presente es que nunca debería darse por supuesto que se recordará algo por lo que no se ha hecho ningún intento deliberado por recordarlo.
Antes de buscar nuevas estrategias o de realizar modificaciones en su entorno, debería descartarse la posibilidad de que las dificultades de memoria estén causadas por problemas de salud.
Lo primero, hay que considerar si los problemas de memoria son nuestro único síntoma. Si es así, es muy probable que el solo hecho de modificar el entorno y los hábitos sea de gran ayuda. Pero si, sin embargo, nos percatamos de la presencia de otros síntomas, aunque no parezcan relacionados (fatiga, irritabilidad, inapetencia, mareos, etc.), es probable que tales problemas sean consecuencia de alguna disfunción física o psicológica.
Podría ser algo tan simple como falta de sueño. Hoy en día se tiende a dormir menos de lo recomendable, cuando no debe subestimarse la importancia del sueño para garantizar un óptimo funcionamiento del cerebro.
Otras posibles causas pueden encontrarse en las alergias y/o hipersensibilidades de distintos tipos (a sustancias del entorno, alimentos, etc.). Por otro lado, está ese viejo compañero, tan habitual en nuestros estilos de vida actuales: el estrés.
Si estamos excesivamente atareados, tratando de manejar y controlar demasiadas cosas, es casi obvio que eso nos pasará factura en los recursos mentales y, de forma más acusada, con la edad.
De poco sirve compararse con los demás, porque todos somos distintos y, por lo tanto, tenemos distintas capacidades.
No hay que medir las propias posibilidades en base a lo que creemos que se espera de nosotros, sino en base a lo que realmente podemos manejar.
¿Realmente es la memoria lo que me falla?
Hay una forma muy frecuente de «despistes» que, en realidad, no supone un fallo de memoria. Son lapsus cotidianos. Veamos un ejemplo:
- Estamos yendo a una habitación de la casa con la intención de hacer algo y, sin saber cómo, nos hemos puesto a hacer otra cosa distinta.
Esto no representa un problema de memoria; son despistes o distracciones y a todos nos pueden suceder. Por eso también les llamamos lapsus, apuntando más hacia la naturaleza de tales errores.
¿Qué características tienen?
- Suelen producirse durante la realización de tareas muy aprendidas y que, en gran medida, son automáticas.
- Suelen producirse cuando estamos preocupados o distraídos.
- En algunos casos se ven implicadas intrusiones de otras acciones habituales que comparten algunas características con la acción pretendida.
Estos hábitos intrusivos son más propensos a suceder cuando:
- De alguna forma, pretendemos apartarnos de nuestra rutina.
- La situación ha cambiado, exigiendo un cambio en nuestra rutina habitual.
- La situación comparte rasgos con otra situación muy familiar.
Otros tipos de lapsus son los siguientes:
- Alteración de una secuencia. Se refiere a cuando nos «perdemos» en una secuencia más o menos automatizada.
También puede suceder que no reparemos en el dato y que, no siendo conscientes de que ya la habíamos echado, pongamos más sal o, al revés, demos por supuesto que ya lo hemos hecho y resulte un guiso soso.
Otro ejemplo: poner en marcha la cafetera sin haber llenado el depósito del café; resultado: obtenemos agua hervida.
- Mezclas entre secuencias. Cuando nos confundimos entre dos tareas que, de algún modo, llevamos a cabo simultáneamente.
Por ejemplo, tenemos prisa por salir de casa pero, antes, debemos guardar un jarabe en la heladera y recordar meter en el bolso las gafas de sol. Puede suceder que, con las prisas, guardemos el jarabe en el bolso y metamos las gafas en la heladera.
- Inversiones en una secuencia. De nuevo nos confundimos, pero en este caso en el orden de realización de una secuencia.
Como hemos visto, la mayor parte de estos lapsus cotidianos suceden en el contexto de secuencias de acciones, a menudo tan practicadas que son automáticas o semiautomáticas.
Escenarios frecuentes donde se producen son al vestirse o desvestirse, lavarse, hacer café, cocinar, etc., ejemplos comunes de secuencias de acción.
La primera sugerencia que podría hacerse para minimizar la incidencia de tales lapsus sería la de prestar más atención, pero si una de las grandes ventajas y características de las secuencias de acción es, precisamente, que liberan nuestra mente de la necesidad o esfuerzo atencional, entonces no parece una buena estrategia.
Sin embargo, si somos propensos a cometer ciertos lapsus a continuación se proponen algunas estrategias.
Lo más útil es ser consciente de qué circunstancias nos suelen llevar a cometer tales lapsus, para entonces:
- Decidir si los lapsus conducen a errores o descuidos importantes o no. Si no lo son, procurar no preocuparse excesivamente.
- Realizar un esfuerzo deliberado por prestar atención cuando se trate de algo importante. Por ejemplo, si sabemos que, frecuentemente, cuando ya estamos en la calle nos percatamos de que nos hemos dejado las llaves del coche, procurar ponerlas de antemano en algún lugar en el que, con toda seguridad, las llaves vendrán con nosotros (cada vez que lleguemos a casa, adquirir el hábito de dejarlas en el bolso que llevaremos en la próxima salida, o en el bolsillo de la chaqueta, o ponerlas en el mismo llavero que las llaves de casa, etc.).
- Usar algo como señal de que ya se ha realizado una acción, o para que nos sirva de indicador sobre en qué punto estamos de una secuencia.
Retomando el ejemplo de la receta, una idea puede ser colocar los ingredientes ya usados en una zona determinada del mármol de la cocina.
Los olvidos. ¿Por qué olvidamos?
Existen distintas teorías y aproximaciones científicas acerca de por qué olvidamos, aunque nos centraremos en las principales.
- Fracaso en la evocación. Probablemente, todo el mundo ha tenido alguna vez la sensación de como si algún dato se hubiera evaporado de la memoria, o de tener la certeza de saber algo pero no ser capaz de recuperarlo.
Esto sucede a consecuencia de un fallo en la evocación o recuperación de información. Una de las teorías que explica por qué puede suceder es la teoría del decaimiento, según la cual cada vez que se aprende algo se crea una nueva huella mnésica que, si no es evocada ni recreada durante mucho tiempo, decae, se debilita, pudiendo llegar a desaparecer y, por consiguiente, a perderse la información.
Esto puede suceder, por ejemplo, cuando queremos llevar a cabo alguna operación matemática que se nos daba tan bien en la infancia (una raíz cuadrada, una regla de tres, etc.) o recitar los afluentes de un río.
Parece mentira, con lo bien que lo sabíamos…
Cuando hace mucho tiempo que una información no se recupera o no se practica, puede resultar muy difícil, o incluso imposible, evocarla de forma efectiva.
Eso sí, si lo que queremos es reaprender esa información, al haberla adquirido previamente resultará más fácil que la primera vez.
De todos modos, esta teoría tiene sus limitaciones, ya que, por otro lado, se ha demostrado que algunas memorias que no habían sido recordadas o evocadas durante mucho tiempo pueden permanecer estables a largo plazo.
En ocasiones, el fracaso en la evocación de información de nuestra memoria puede deberse a problemas o situaciones del momento.
Por ejemplo, si estamos muy nerviosos, estresados o preocupados por algo, el acceso a la información puede quedar bloqueado, y probablemente en otro momento más tranquilo y sosegado la información será fácilmente recuperada.
- Interferencia. Otra de las teorías del olvido, la teoría de la interferencia, sugiere que algunas memorias compiten e interfieren entre sí.
Cuando algunas informaciones son muy similares entre sí, es fácil que se produzcan interferencias, que es lo mismo que las confusiones.
Existen dos tipos básicos de interferencia:
- Interferencia proactiva. Se produce cuando una información almacenada más antigua dificulta recordar datos más recientes.
- Interferencia retroactiva. Sucede cuando el registro de nueva información interfiere en la capacidad para recordar información aprendida previamente.
Un ejemplo: por fin nos hemos familiarizado con el manejo de un nuevo modelo de teléfono móvil cuando un día, por algún motivo, necesitamos usar el antiguo, y entonces nos cuesta recordar cómo se abría la agenda, cómo se mandaba un mensaje, etc., y buscamos los indicadores y pulsamos las teclas como en el modelo nuevo, ¡cuando habíamos tenido ese modelo durante tantos años!
El aprendizaje del mecanismo del nuevo interfiere en lo que sabíamos del antiguo.
- Fracaso en el registro o codificación. A veces creemos que hemos olvidado información que, en realidad, nunca llegó a entrar en la memoria a largo plazo.
En este caso hablamos de fracaso en el registro o codificación de la información.
Es lo que sucede cuando, en el momento de registrar la información, no hemos prestado suficiente atención, bien porque algo nos ha distraído (nos daban un recado por teléfono mientras estábamos mirando la televisión; probablemente, luego no recordemos qué nos han dicho), bien porque la información que nos daban no nos interesaba o motivaba lo suficiente y, tal vez, estábamos absortos en nuestros propios pensamientos.
- Olvido motivado. En ocasiones, aunque sea de forma inconsciente, participamos activamente en el olvido de algunos sucesos, especialmente los de naturaleza traumática o perturbadora, para tratar de evitar o minimizar el impacto emocional negativo que puedan tener.
En el campo de la psicoterapia, a veces se trabaja en la recuperación de estas formas de supresión o represión de memorias para poder tratar síntomas psicológicos asociados a situaciones traumáticas o especialmente desagradables que se hayan vivido.
En definitiva, no podemos hablar de memoria sin hablar de olvido.
Olvidar no es malo. De hecho, es necesario y beneficioso.
Imaginemos que recordáramos cada minuto y cada detalle de nuestra existencia. No podríamos soportarlo, ni sería efectivo cuando quisiéramos recuperar solo determinada información.
Lo que nos preocupa, sin embargo, es olvidar cosas que sí consideramos importantes y que sí son útiles para nuestro desarrollo cotidiano, y es para estos casos para los que las estrategias de memorización y recuerdo, así como las ayudas externas, pueden sernos de gran utilidad.
Ahora ya sabemos cuáles son las medidas que podemos y debemos tener en cuenta a la hora de diferenciar entre problemas de memoria y olvidos o lapsus para mejorar nuestra calidad de vida, entonces...
Ahora solamente queda poner ¡manos a la obra!
Te dejo un link para que puedas descargarte gratuitamente el cuaderno que contiene ejercicios para mejorar la memoria en gral…
Sacados de https://www.ecognitiva.com/
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